26 nov 2020

Un secreto en el lago


De nuevo, la princesa se entretenía lanzando piedras para que rebotaran en la superficie del estanque, formando ondas. De nuevo, el sapo emergió del agua y se acercó a escuchar sus tribulaciones. La joven seguía contrariada por la oposición de sus padres a que se casara con cualquiera que no tuviera riquezas suficientes para mantenerla (aunque a ella eso, por el momento, no le importara).

 El sapo, que ya había escuchado la queja docena y media de veces, al fin se decidió. Se sumergió hacia el oscuro fondo de su reino acuático y regresó arrastrando un voluminoso cofre, mucho más grande que él. Lo puso ante la muchacha, quien, al abrirlo, vio con sorpresa como varias monedas de oro caían rodando, rebasando la madera. Con su lengua, el sapo tomó un ostentoso anillo, una joya con esmeraldas incrustadas, y lo acercó al noble dedo. "¡Qué gran regalo! ¡Ahora el bibliotecario podrá casarse conmigo!"

  Ignorante de la existencia del erudito pretendiente, el anfibio no había calculado el alcance de su gesto. ¿Cómo iba a suponer ella que el viscoso animal le estaba declarando su amor, y que un beso de agradecimiento le hubiera devuelto su cuerpo de príncipe humano?

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