12 feb 2009

El tiesto en la ventana

Vuelvo tras dos meses incluyendo un texto que participó en un certamen de mala literatura, es decir, que valoraba los textos peor escritos. ¿Cómo debía ser el que ganó?

El tiesto en la ventana:

Mira al cielo. Es inmensamente azul, y yo he tenido que verme en esta situación para darme cuenta. Ahora que mis ojos se han cerrado quién sabe hasta cuando, empiezo a apreciar el valor de las almas, los sentimientos de la gente, la candidez del primer amor y el dolor del final del verano. Cada uno sabe hasta que día durará el suyo.

–Mírame a los ojos y lee las entrelíneas: hemos terminado.
–No puedes dejarme. Después de todo lo que hemos pasado juntos.
–¡Por el amor de Dios! Si sólo llevamos juntos tres meses.
–Pues lo suficiente.
–Lo suficiente ¿para qué?
–Para haberme dejado encinta.
Al alba, las nubes son cándidas, como de nieve, pero lo extraño es que en el estío madrileño aparezcan nubes. Fuimos al estanque de El Retiro, y remamos y remamos en la podrida embarcación de madera mil veces repintada y mohosa hasta estar justo en el centro de sus procelosas aguas, verdes como dos purísimas esmeraldas talladas y pulimentadas. Curiosamente, me miraba sádicamente, como hacía mucho tiempo ha. Allende las vallas del recinto, veíamos a los viejos echar pan duro a las carpas plateadas y los patos domésticamente asilvestrados.

–No quiero ser padre.
–Eso no se elige. Haber tenido más cuidadito.
–Lo siento; pero le voy a poner remedio inmediatamente.
Disparó el revólver a través de su mochila almohadillada, con la que amortiguó la detonación, y disimuladamente lo tiró al agua. Después remó frenéticamente a la orilla y me dejó abandonada en la barca con una bala en el pecho, saliendo él por patas.
Mi madre le llamó para darle la noticia. El muy cínico. Le contó a mi progenitora que yo quería que me incinerasen y me metiesen en una maceta. ¡Qué disparate! Y lo mejor es que mi madre le hizo caso. Y así me veo hoy de abono en forma de cenizas para la eternidad. Por siempre te maldeciré, Adrián, so desgraciado.
Ahora escupiré a todos los Adrianes desde mi estratégico balcón, y criaré a esta planta con mis restos como al hijo que ya no tendré. Mis cenizas serán humus en la tierra de la planta; ésta, geranio en una maceta; y ésta, a su vez, tiesto en la ventana.