tag:blogger.com,1999:blog-30570748581383533982024-03-14T09:13:40.256+01:00La Uña del EscorpiónSegún la RAE: UÑA. 3.f. Punta corva en que remata la cola del alacrán, y con la cual picaSergio Glez. Moyahttp://www.blogger.com/profile/11271503933595747058noreply@blogger.comBlogger12125tag:blogger.com,1999:blog-3057074858138353398.post-43674300286453831562020-11-30T12:22:00.001+01:002020-11-30T12:22:14.154+01:00Un momento de abril<div style="line-height: 115%; margin: 2.85pt 0cm; text-align: left; text-indent: 14.15pt;"><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="text-indent: 14.15pt;"> <br /></span><span style="text-align: justify; text-indent: 14.15pt;"><span> </span>Una naranja rueda por la
ligera pendiente de su caja, pasa sobre las manzanas recién colocadas y va a
dar contra el suelo. Encarna detiene su camino con el pie mientras sigue
colocando el muestrario al frente del puesto. Los pasillos permanecen
silenciosos, aún es temprano, apenas las diez.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="text-align: justify; text-indent: 14.15pt;"><br /></span><span style="text-align: left; text-indent: 14.15pt;"><span> </span>Últimamente el silencio es
una constante en el ambiente. Los clientes hacen fila distantes, sin hablar
hasta el momento de pedir, excepto tímidos “¿El último?” o “¿Quién da la vez?”,
para evitar lanzar al aire respiraciones sospechosas. Los vecinos más mayores
vienen sólo una o dos veces por semana y marchan arrastrando o empujando su
carro lleno, en vez de pasar de paseo a diario a coger los alimentos para ese
mismo día. No hay algarabía, sino nervios, aprensión, incluso miedo.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="text-align: left; text-indent: 14.15pt;"><br /></span><span style="text-indent: 14.15pt;"> </span><span style="text-indent: 14.15pt;">El ruido seco de sendas
hachas resuena desde ambos laterales de la galería. Carlos amputa la cabeza de
una pescadilla que hará rodajas para la señora María, que siempre madruga para
bajar a la calle, pese a su avanzada edad y al cuarto piso sin ascensor en el
que mora. En el otro extremo, Juan prepara también pedido para ella: parte en
tres partes cuatro alas de pollo, luego fileteará una pechuga. María es de las
pocas que aún pasa a comprar día sí, día no, aunque por su edad le repiten que
no debe pasearse innecesariamente. No tiene hijos, ni sobrinos, y no quiere
hacer los pedidos por teléfono y que se los lleven por la tarde, como han hecho
durante todo el mes con otros habituales.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="text-indent: 14.15pt;"><br /></span><span style="text-indent: 14.15pt;"> </span><span style="text-indent: 14.15pt;">Del supermercado llegan las
quejas de la cajera hacia un hombre que sólo ha cogido un frasco de acelgas. Le
insiste en que debe acudir a hacer compras más grandes y no poner en riesgo ni
a él mismo ni al personal del local. Un metro por detrás, un chico respira
nervioso tras una mascarilla confeccionada con una pieza de algodón sacada de
una camiseta, doblada en cuatro capas, y dos gomas elásticas. Es el primer día
que la utiliza, se ha animado después de cruzarse cada vez más con ellas sobre
otros rostros. En su carro lleva una caja de leche, botellas, arroz, legumbres,
galletas, yogures, pan (mucho pan, para congelar e ir sacando)… Ahora recorrerá
los puestos y cargará pollo, carne, verdura, fruta, y luego al estanco. Es
lunes, no volverá a salir hasta el jueves para repetir la misma compra en el supermercado
e ir creando despensa. A su padres no quiere dejarlos salir a la calle. Menos
mal que tienen terraza para estirar las piernas…</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="text-indent: 14.15pt;"><br /></span><span style="text-indent: 14.15pt;"><span> </span>Encarna le dice a Luis, su
marido, que va a pedirle cambio a Carlos, pero en realidad quiere saber cómo se
adapta su suegra tras traerla desde su casa de la sierra donde vivía sola, cómo
lleva la niña las clases por ordenador, y cómo su mujer tener tanta compañía en
el piso de repente. Mientras conversan, Juan llega a la carrera.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="text-indent: 14.15pt;"><br /></span><span style="text-indent: 14.15pt;">-¿Os habéis enterado ya por qué no abrió el sábado
ni ha abierto hoy Gabriel</span><span style="text-indent: 14.15pt;">?</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="text-indent: 14.15pt;"><br /></span><span style="text-indent: 14.15pt;"><span> </span>Sorprendidos, los tres miran hacia mi puesto, con el cierre metálico bajado, con un jamón y un queso grafiteados, y les devuelvo la mirada y una sonrisa que no pueden ver, porque tras un fin de semana</span><span style="text-indent: 14.15pt;"> </span><span style="text-indent: 14.15pt;">que comenzó con una ligera fiebre al cerrar el viernes y terminó esta madrugada viendo la angustia y la impotencia en la cara de las enfermeras, ahora no soy más que el fantasma del mercado, aunque el peor fantasma que acecha en nuestro barrio, en nuestra ciudad, en todas partes, se llama incertidumbre.</span></span></p></div>
Sergio Glez. Moyahttp://www.blogger.com/profile/11271503933595747058noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3057074858138353398.post-37708856572948926902020-11-26T13:26:00.005+01:002020-11-26T13:26:53.776+01:00Un secreto en el lago<div style="line-height: 115%; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><br /></span></span></div><div style="line-height: 115%; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-family: arial; font-size: large; text-indent: 7.1pt;">De
nuevo, la princesa se entretenía lanzando piedras para que rebotaran en la
superficie del estanque, formando ondas. De nuevo, el sapo emergió del agua y
se acercó a escuchar sus tribulaciones. La joven seguía contrariada por la oposición
de sus padres a que se casara con cualquiera que no tuviera riquezas
suficientes para mantenerla (aunque a ella eso, por el momento, no le
importara).</span></div><div style="line-height: 115%; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><br /></span><span style="line-height: 115%;"><span> </span>El
sapo, que ya había escuchado la queja docena y media de veces, al fin se
decidió. Se sumergió hacia el oscuro fondo de su reino acuático y regresó
arrastrando un voluminoso cofre, mucho más grande que él. Lo puso ante la
muchacha, quien, al abrirlo, vio con sorpresa como varias monedas de oro caían
rodando, rebasando la madera. Con su lengua, el sapo tomó un ostentoso anillo,
una joya con esmeraldas incrustadas, y lo acercó al noble dedo. "¡Qué gran
regalo! ¡Ahora el bibliotecario podrá casarse conmigo!"</span></span></div><div style="line-height: 115%; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="line-height: 115%;"><br /></span><span style="line-height: 115%;"><span> </span>Ignorante
de la existencia del erudito pretendiente, el anfibio no había calculado el
alcance de su gesto. ¿Cómo iba a suponer ella que el viscoso animal le estaba
declarando su amor, y que un beso de agradecimiento le hubiera devuelto su
cuerpo de príncipe humano?</span></span></div>
Sergio Glez. Moyahttp://www.blogger.com/profile/11271503933595747058noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3057074858138353398.post-35186967496126781102020-11-03T12:34:00.000+01:002020-11-03T12:34:17.188+01:00Una fecha inolvidable, o el chico que se ahorcó con un fideo chino<div style="text-align: left;"><b><span style="font-family: arial;"><span style="text-align: justify;">Tercer Premio </span></span></b><b><span style="font-family: arial;">de Relato Corto Categoría B</span></b></div><div style="text-align: left;"><b><span style="font-family: arial;">en el XXIV Concurso Mari Puri Exprés (2012)</span></b></div><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La luz entró haciendo
hilos a través de la persiana, provocando una suerte de varicela amarilla sobre
el cabecero y la almohada de Rubén, que escondía su cabeza bajo ella desde la
noche anterior. El despertador estaba compinchado con el sol, y en ese momento
comenzó su hiriente y penetrante zumbido. Hiriente hoy, con lo dulce que sonaba
ayer. Hiriente, pues ninguna razón lo obligaba a sonar, ninguna actividad
esperaba a Rubén fuera de las sábanas. Aún así, estiró el brazo para apagarlo,
sacó la cabeza de debajo de la almohada, se puso boca arriba y se restregó los
ojos aún enrojecidos mientras bostezaba su boca pastosa.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Miró a su alrededor. La
habitación parecía el escenario de un pequeño terremoto. La silla volcada, la
televisión rota, la lámpara hecha añicos en el suelo, un agujero en el techo
donde antes estuvo la lámpara, y la puerta del armario sacada de su cerco.
Rubén suspiró. Decidió desayunar para despejarse y reponer fuerzas para salir a
la calle, acercarse a la biblioteca y coger un libro, sumergirse en una vida de
ficción para olvidar que la suya acababa de cambiar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En el ascensor, viéndose
en el espejo, pensó en Daniela, ahogándose. ¿Qué estaría haciendo ahora? Al
llegar a la calle, se fijó en la boca del metro, y se le hizo un nudo en el
estómago. ¿Cuándo volvería a coger el suburbano para ir a trabajar? Y al pasar
por el quiosco, compró la prensa. ¿Cuántos periódicos llegaría a leer?
Finalmente, se sentó en un banco frente a la biblioteca y decidió que era mejor
sumergirse en su propia vida, y repasar los acontecimientos del día anterior
para poder concretar cuál era su nuevo punto de partida.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><o:p><span style="font-family: arial; font-size: medium;"> </span></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El día anterior comenzó
como un día cualquiera, un miércoles cualquiera. Lo único que lo hacía
universalmente particular era que era 29 de febrero, una fecha inolvidable,
imprescindible. Para Rubén, además, era el día que tenía las tres citas que
iban a cambiar su vida, aunque él sólo contaba con que dos de ellas lo
hicieran, pero no de aquella forma. Apagó el despertador con agrado, como si
hubiese amanecido al son de un flautista, subió la persiana, se desperezó, se
dio una ducha con el gel revitalizante, rojo, y desayunó vorazmente, saliendo a
la calle aún con ganas de comer más, con ganas de comerse el mundo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La primera cita era con
el gerente del local donde trabajaba. Llevaba seis meses allí, y se había hecho
valer. Era un local de comida rápida como cualquier otro, con muchos jóvenes
eventuales sacando algo de dinero para pagarse un viaje en verano o parte de la
matrícula de la universidad. Había tenido compañeros que duraban un mes, dos,
tres máximo. Luego se iban y entraba nuevo personal. Rubén ya tenía treinta
años, una carrera con poca proyección tras perder ciertos trenes en la
facultad, y varios trabajos de este tipo a sus espaldas, que fue dejando porque
creía que llegaría algo mejor, algo de lo suyo. Pero no llegaba nada y había
que pagar alquiler y facturas, y en esta empresa estaba a gusto, le gustaba la
forma de hacer las cosas y sabía que él gustaba a la dirección; por eso había
seguido allí, el trabajo que más le había durado, y sabía que el local
necesitaba un nuevo encargado de turno, pues la actual cogía la baja por
maternidad al día siguiente.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Había librado lunes y
martes, y la tarde anterior su gerente le había llamado para decirle que tenía
que hablar con él urgentemente, que se acercara por la mañana media hora antes
que de costumbre. Eran las nueve de la mañana cuando entró en el despacho. Su
jefe le miró muy serio y le invitó a sentarse.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">−Verás, esto no es fácil. A nosotros
nos avisaron el lunes, pero hasta ayer por la tarde no logré
localizarte.−Aquello no empezaba como Rubén había previsto.−Van a cerrar una de
las tiendas de la franquicia en el centro, para reformarla a fondo. En realidad
tienen que reformar todo el edificio y van a estar cerrados seis meses, así que
tienen que distribuir al personal. Todos son indefinidos con varios años en la
empresa,−cada vez Rubén se sentía peor−y la empresa no tiene más remedio que
finalizar el contrato de todos los que lleváis menos de seis meses, que como
sabes es nuestro periodo de prueba.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">−¿Me estás diciendo que estoy
despedido? ¿Por qué no me lo dijiste el domingo? ¿O alguno de los encargados?
¿Hoy tengo que trabajar?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">−Tranquilo, Rubén. Ya te he dicho que
a nosotros nos lo dijeron el lunes. A partir de mañana, uno de los encargados
de esa tienda y otras dos personas vendrán a este local, y los dos empleados en
formación os quedáis fuera. No es un despido, sino que figurará como que no
habéis pasado el periodo de prueba. No tendréis derecho a paro, pero sí seis
meses cotizados y opción de solicitar alguna prestación mínima eventual. Mira,
yo intenté que te hicieran el nuevo contrato, ya fijo, que hubieses acabado
esta semana y luego habría sido despido improcedente. Te habría quedado algo de
finiquito. Pero no he podido hacer nada, y me jode. Eres un chaval que vale
mucho, y si hubiesen tardado una semana más en decidir lo de la reforma,
seguirías aquí conmigo. Tu compañera sólo lleva dos meses; a ti te tenía ya
cariño.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">−¿Hoy trabajo? ¿Me pongo el uniforme?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">−Realmente, hoy es tu último día de
contrato, deberías trabajar. Pero prefiero que me devuelvas la ropa, ya que la
traes limpia, y que te vayas a casa, lo asimiles y empieces a buscar ya otro
trabajo. Eres joven y locales de estos hay mil, seguro que no tienes problema
en encontrar algo. La chapa identificativa te la puedes quedar de recuerdo.
Vente el lunes y firmas la baja y las vacaciones, ¿de acuerdo? Lo siento.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El gerente le tendió la
mano, y Rubén se la estrechó, sin fuerza.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><o:p><span style="font-family: arial; font-size: medium;"> </span></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Cuando llegó a casa,
Rubén se sentó en el sofá y perdió la cara entre sus manos. No pasaba nada. No
cambiaba nada. Su ex jefe tenía razón. Su currículum rezumaba experiencia
hostelera, algo le saldría. Tenía dinero ahorrado, el estudio no era tan caro y
sus gastos mínimos. Además, en el cajón de los calzoncillos tenía un sobre con
la herencia de su abuelo, cinco mil euros, por si realmente venían mal dadas.
Entre eso y la cartilla llegaba a fin de año sin problemas. Además, a partir de
ese fin de semana esperaba empezar a compartir gastos, aunque fuera en un 70 -
30 %, y esa era una razón para sonreír.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Aquella tarde le pediría a
Daniela que se fuese a vivir con él. De todas formas, aunque sólo llevaban
saliendo tres meses, casi cuatro noches a la semana ella las pasaba en el
estudio de Rubén. Ya tenía allí un cepillo de dientes y un cajón con ropa
limpia para ir por la mañana a la facultad. Estaba en el último curso de la
Licenciatura de Comunicación Audiovisual, y con sus veinticuatro primaveras
había escapado de los nuevos Grados de Bolonia.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Se habían conocido en un
bar, y además de los mojitos y las canciones de Amaral, les unió su amor por el
cine y por el sexo, algo que aquella misma noche practicaron: dos horas de
calor humano compartido mientras ignoraban en la pantalla las peripecias de <i>Irma,
la dulce.</i> Nunca había ido a buscarla a la universidad, ni había estado en
la puerta de su casa. Sabía que vivía con sus padres, y que tras las clases
tenía labores de becaria en la Videoteca de su centro. Videobecaria, se llamaba
a sí misma, jugando con la palabra videotecaria y con su tipo de contrato.
Siempre quedaban en bares o cines, pero irremediablemente acababan en la cama
de Rubén. En Año Nuevo, al cumplir el primer mes juntos, le regaló un juego de
llaves y un cepillo de dientes, con una nota: “Ven siempre que quieras”.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Su tercera cita del día
era con ella. Le había pedido que a las nueve estuviera en su casa porque
quería hacerle una cena especial por ser un día especial, que sólo pasa cada
cuatro años. A las siete tenía la segunda cita, la que menos le importaba.
Luego haría la compra y volvería para preparar el mayor festín. Entre tanto,
pasó la mañana y la tarde limpiando sus treinta y cinco metros cuadrados y
leyendo cuentos de Espido Freire.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">A las siete menos veinte
estaba listo para salir. Tenía cita para ver los resultados de unos análisis de
sangre con su médico de cabecera. Se notaba flojo. Sería algo de anemia por la
mala dieta, el hierro bajo. Unas pastillas o gotas y un par de domingos
volviendo de casa de sus padres con tarteras lo solucionarían.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">−Pase, joven. Siéntese.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">−Buenas tardes, doctor. ¿Qué han dado
los análisis? El hierro bajo, seguro. La otra vez me mandó unas gotas, pero no
me fueron muy bien.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">−Pues sí, joven, el hierro está bajo.
Pero eso no es lo preocupante. Verá, tiene unos niveles muy bajos de
trombocitos y altos de leucocitos, plaquetas y glóbulos blancos, para que me
entienda, que tiene cara de haberse criado viendo <i>La vida es así.</i><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">−¿Y eso que quiere decir? ¿Cómo
controlo esas cosas?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">−Mire, le voy a ser sincero. Quizá
debería haber venido acompañado, porque a veces una tontería esconde algo
terrible. No podemos asegurar nada antes de hacerle más pruebas, ni
descartarlo. Puede ser una infección, combinada con la anemia. Pero puestos en
lo peor… ¿Está seguro de que no quiere que entre nadie con usted?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">−Sí. He venido solo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">−Verá, en el peor de los casos,
podría ser leucemia. Y estaríamos a tiempo de tratarle. Pero ya le digo que
debemos hacer más pruebas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">−Eso es el cáncer de la sangre,
¿verdad? ¿Me voy a morir?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">−Sí y no. A ver, está mal llamado
cáncer, pues no es de origen tumoral, pero los tratamientos son cercanos. Y en
el estadio en que está podemos frenarlo y lograr que haga una vida normal. Lo
mejor es que venga mañana a primera hora, y acompañado, y hablamos
tranquilamente de las pruebas a realizar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">−Gracias, doctor.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La segunda mano
estrechada ese día, y ninguna por una buena razón.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><o:p><span style="font-family: arial; font-size: medium;"> </span></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Mientras deambulaba por
el supermercado, Rubén se centró en lo positivo: hasta que no estén las
pruebas, todo es posible. Una infección con antibióticos se pasaría. Le pedirá
a su madre que le acompañe, y luego le contará lo del trabajo, y lo de Daniela,
conteste esta sí o no, y ojalá sea así. Fideos chinos, pechugas de pavo, vodka,
tiramisú. Pavo al vodka con guarnición sabor gamba y postre alcoholizado al
café… No era el menú planeado a priori, pero es el que necesita en ese momento,
para relajar a Daniela y favorecer el sí, y para calmar sus nervios.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Eran las nueve menos
veinte al entrar en el portal. Al girar la llave en su puerta, Rubén notó que
no había dada ni una vuelta, y él había cerrado con dos. Quizá Daniela se había
adelantado y lo esperaba desnuda en el cama… Pero algo no iba bien, no sabía
qué, pero no iba bien. Entró en al cocina, dejó las bolsas y fue al cuarto de
baño. Sólo un cepillo de dientes en el vaso. Fue a la habitación. Un cajón de
la cómoda, abierto y vacío; un cajón de la mesilla, abierto y revuelto. Rubén
temió lo peor. Y encontró la respuesta sobre su almohada, dentro de un sobre:
unas llaves y una nota:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><i><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><<De todo lo que te he contado
estos meses, sólo es verdad que me llamo Daniela y que me gusta el cine. A mis
padres los abandoné hoy hace cuatro años, dejándoles además a mi hijo de tres
meses con ellos. Estudios… llegué a ser bachiller, pero me quedé embarazada y
no pude seguir. Huí de Barcelona y me vine a Madrid intentando ser actriz, y
algo de eso he tenido, pues cuatro años he sobrevivido haciendo creer a maduros
solventes que los amaba. Apareciste tú y pensé que podía cambiar. Fue una
ironía que nuestra primera noche eligieras esa película de Shirley MacLaine. En
estos meses he intentado decirte la verdad, pero no fui capaz, al natural me
creí poca cosa para ti, con tus planes de trabajo y el colchón de tu familia.
Quizás me habrías ayudado, me habrías dado techo y puesto fin a la mentira, pero
en todo el día no he dejado de pensar en mi hijo. Los 29 de febrero son fechas
inolvidables, imprescindibles, y creo que ha llegado la hora de volver y pedir
perdón. El sobre de tu abuelo me ayudará a empezar de nuevo allí. Siento no
haber sido capaz de llegar a amarte. Daniela.>><o:p></o:p></span></span></i></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><o:p><span style="font-family: arial; font-size: medium;"> </span></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Rubén se derrumbó contra
el suelo. Salud, dinero y amor se habían ido de su vida el mismo día, ahora sí,
una fecha inolvidable. Nada tenía sentido, todo había caído como un castillo de
naipes. Quien no tiene trabajo se apoya en la pareja; si no hay pareja, al
menos queda la salud; pero ¿a él qué le quedaba? Fue a la cocina y sacó de la
bolsa el vodka. Etiqueta negra, la más alta graduación alcohólica. El vodka hay
que tomarlo frío, pero Rubén no notó lo caliente que estaba al caer por su
garganta. Él estaba helado por los dos. Además de mala, le quedaba poca sangre<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Sólo podía llorar y
beber, llorar y beber sentado en su cama. Acabada la botella, la tiró contra la
pared, pero falló y le dio a la televisión, que reventó en el momento. Se tumbó
en la cama y se fijó en la gruesa argolla de la que colgaba la lámpara. Después
se fijó en las gruesas puertas de madera del armario. Pensó en atar una cuerda
al armario, pasarla por la argolla y acabar con todo. Fue a la cocina y busco
cuerda, pero sólo tenía la de tender y era muy corta. Se fijó en la compra,
desparramada por la encimera. Fideos chinos. Los desembrollaría con cuidado y
se ahorcaría con ellos. Seguro que lograba uno bien largo para sus objetivos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Increíblemente, logró
atar un extremo del fideo a la puerta del armario, y se subió a la silla para
pasarlo por la argolla. El fideo ya se había roto, pero en su delirio no se
daba ni cuenta. Cuando intentaba pasar el fideo por el aro, la silla se volcó y
quedó colgado de la lámpara, hasta que el yeso no pudo más y el techo se hundió
ante tanto peso. Rubén cayó sobre la cama; la lámpara, al suelo. Enfurecido, se
dirigió al armario y la emprendió a patadas con él hasta desquiciar la puerta
tanto como él lo estaba. Después se tumbó de nuevo en la cama y empezó a
llorar, escondido bajo la almohada, hasta que se durmió, y hasta que el sol y
el despertador lo trajeron al mundo de los vivos por la mañana.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><o:p><span style="font-family: arial; font-size: medium;"> </span></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 18.0pt;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Sentado en el banco,
Rubén terminó el repaso de su último día, de su arrebato de impotencia, de su
patética iniciativa de morir, y tomó decisiones. La primera, volver a casa y
empezar a imprimir currículum para empapelar la ciudad. Si una puerta se
cierra… La segunda, llamar a sus padres y contarles sus problemas de salud, y
lo de Daniela. Necesita su apoyo, ellos siempre han estado ahí, y ahora más que
nunca quiere contar con ellos para que lo guíen. Ojalá algún día pueda
devolverles todo lo que han hecho por él. Y tercero, buscar a Daniela. Si tiene
un hijo, que sea de los dos. Si quiere un futuro, que lo creen juntos. Si no lo
quiere, que se lo diga de viva voz. Que la tercera mala noticia también se la
den en persona, y que por siempre ese 29 de febrero sea una fecha inolvidable.</span></span></p><p></p>Sergio Glez. Moyahttp://www.blogger.com/profile/11271503933595747058noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3057074858138353398.post-10469794376530308832020-10-26T14:08:00.004+01:002020-10-26T14:08:41.150+01:00Abuela<div style="line-height: 150%; tab-stops: 18.0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="text-align: justify;">(Finalista Certamen poético ASISPA 2012)</span></span></div><div style="line-height: 150%; tab-stops: 18.0pt; text-align: justify;"><br /></div><div style="line-height: 150%; tab-stops: 18.0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="text-align: justify;">Fui al colegio de tu mano,<br /></span><span style="line-height: 150%;">moví ficha en el parchís,<br /></span><span style="line-height: 150%;">con un erizo cantamos<br /></span><span style="line-height: 150%;">y algún cuento me aprendí.<br /></span><span style="line-height: 150%;"> <br /></span><span style="line-height: 150%;">Las croquetas y lentejas<br /></span><span style="line-height: 150%;">a tu cargo siempre estaban;<br /></span><span style="line-height: 150%;">blancas y finas madejas<br /></span><span style="line-height: 150%;">en pañitos transformabas.<br /></span><span style="line-height: 150%;"> <br /></span><span style="line-height: 150%;">Una pierna de metal<br /></span><span style="line-height: 150%;">hace tiempo te acompaña;<br /></span><span style="line-height: 150%;">tu memoria, menos mal,<br /></span><span style="line-height: 150%;">no se te ha hecho una maraña.<br /></span><span style="line-height: 150%;"> <br /></span><span style="line-height: 150%;">Cuando tus ojos se cansen<br /></span><span style="line-height: 150%;">nosotros veremos por ti,<br /></span><span style="line-height: 150%;">cuando tus piernas no aguanten<br /></span><span style="line-height: 150%;">nosotros te haremos seguir.<br /></span><span style="line-height: 150%;"> <br /></span><span style="line-height: 150%;">Todos vamos para arriba,<br /></span><span style="line-height: 150%;">crecer del vivir es parte,<br /></span><span style="line-height: 150%;">y hasta que tu cuerpo diga<br /></span><span style="line-height: 150%;">siempre vamos a cuidarte.</span></span></div>
Sergio Glez. Moyahttp://www.blogger.com/profile/11271503933595747058noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3057074858138353398.post-4723148452991745602020-10-18T19:50:00.007+02:002020-10-19T12:22:43.887+02:00Reunión familiar<div style="background: transparent; line-height: 115%; margin-bottom: 0cm; text-align: left; text-indent: 0.2cm;"><p style="text-align: left;"></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; text-indent: 0.2cm;"> <br /></span><span style="font-family: arial;"><span style="text-indent: 0.2cm;">La Nena,
que así la llamaban todos pese a haber cumplido ya los treinta,
aparcó delante de la vieja casona familiar. Ya estaba allí la
monovolumen de su hermano, cinco años mayor que ella. Este año, en
vez de ir juntos, Luis había decidido llevar por primera vez a los
mellizos (que le tocaban ese fin de semana según el acuerdo) al
festejo. Ambos iban porque le prometieron a su madre que mientras
viviera la abuela seguirían la tradición, pero la presencia de sus
sobrinos le parecía innecesaria.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; text-indent: 0.2cm;">La Nena
empujó el portón, que nunca se cerraba, y entró en la sala de
estar. Luis se peleaba con la chimenea: el frío de noviembre calaba
en los huesos. Menos mal que aún no habían llegado las lluvias. Los
mellizos, Santiago y Rodrigo, de seis años, veían videos de una
cerdita parlante en la </span><i style="font-family: arial; text-indent: 0.2cm;">tablet.</i><span style="font-family: arial; text-indent: 0.2cm;">
Cosas del azar. Su padre no era tan despistado como para elegir ese
entretenimiento concreto aquel día. Su madre surgió de la cocina y
la abrazó. Detrás, lentamente, apoyando su menudo cuerpo
octogenario en un pesado
bastón, apareció su abuela, la responsable de perpetuar este
encuentro, diferente a los de los cumpleaños, a los que iba con
total agrado. Intercambiaron dos fríos besos en las
mejillas.
Remedios, la abuela; Remedios, Reme, la hija; Remedios, la Nena,
la nieta. Tres generaciones, un nombre, un destino común que rompió
la menor a los dieciocho años, cuando siguió los pasos de su
hermano a la capital. A él no le pusieron objeciones, de ella se
esperaba que se quedara en aquella casa para ayudar y cuidar a sus
mayores.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="text-indent: 0.2cm;">Lo
esperaba su abuela. Su madre estaba acostumbrada a salir adelante
tras enviudar cuando acababa de cumplir los cuarenta, hacía ya dos
décadas. Regresó al hogar materno y se dedicó a limpiar casas, la
escuela, a hacer trabajos de costura, de plancha, a cocinar para el
bar de la plaza… Gracias a sus dos manos nunca faltó nada
imprescindible a la familia, porque si hubieran tenido que vivir de
las correspondientes pensiones… A sus descendientes nunca
les pidió ayuda, solo que estudiaran, que miraran por su futuro, y
así obtuvieron las calificaciones y las becas que los alejarían de
ella, por desgracia. Orgullo y tristeza provocados por un mismo
logro.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; text-indent: 0.2cm;">-¿A
qué hora vendrán mañana Eladio y don Pedro?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; text-indent: 0.2cm;">-A
las nueve, como siempre-contestó, seca, Remedios.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="text-indent: 0.2cm;">-¿Quieres
salir a ver a Florián? Desde el verano, ¡verás qué cambio! Los
niños y tu hermano ya estuvieron con él.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="text-indent: 0.2cm;">-Sabes
que prefiero que no lo llames por ese nombre, aunque todos los años
te parezca un bonito homenaje a papá. ¿De
verdad os compensan los gastos de alimentación y veterinario? Si
ahora en el super hay de todo, todo el año.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="text-indent: 0.2cm;">-Pero
no sabe igual. Todo eso sabe a plástico. Los de ciudad os pensáis
que la fruta nace en las bandejas y que las vacas son cuadradas y de
cartón.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="text-indent: 0.2cm;">-Abuela,
yo no olvido dónde nací y de dónde sale lo que como. Y en los
colegios se lo enseñamos a los niños, aunque no hagamos
demostraciones prácticas.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="text-indent: 0.2cm;">-Tus
sobrinos mañana sí que van a aprender.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="text-indent: 0.2cm;">-Eso
temo, que nunca lo vayan a olvidar.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="text-indent: 0.2cm;">-Buen</span><span style="text-indent: 0.2cm;">o</span><span style="text-indent: 0.2cm;">,
hija,-terció </span><span style="text-indent: 0.2cm;">R</span><span style="text-indent: 0.2cm;">eme-
</span><span style="text-indent: 0.2cm;">vamos
a dormir. Hazlo por mí. Mañana será un gran día para tu abuela.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="text-indent: 0.2cm;">-P</span><span style="text-indent: 0.2cm;">or
supuesto, mamá. Cada vez quedan menos años en los que seguir con
esto.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="text-indent: 0.2cm;">A
las ocho y media, la Nena encontró a su madre en la cocina
preparando los cubos para la sangre. Luis servía leche caliente en
los tazones de desayuno de sus hijos, que miraban absortos otro
episodio de la cerdita marisabidilla. “Estos hoy dejan de ver esa
serie y de comer jamón...”, pensó la Nena.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="text-indent: 0.2cm;">-</span><span style="text-indent: 0.2cm;">Nena,
ve a ayudar a tu abuela a vestirse, que así yo termino de preparar
las cosas antes de que lleguen los hombres.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="text-indent: 0.2cm;">La
</span><span style="text-indent: 0.2cm;">R</span><span style="text-indent: 0.2cm;">emedios
más joven abrió la puerta del cuarto de la más mayor, y encontró
la habitación en penu</span><span style="text-indent: 0.2cm;">m</span><span style="text-indent: 0.2cm;">bra,
aún bajada la persiana. Se acercó a la cama y se sentó </span><span style="text-indent: 0.2cm;">en
el borde, </span><span style="text-indent: 0.2cm;">junto
a su abuela. Tocó su hombro para despertarla. Nada. </span><span style="text-indent: 0.2cm;">La
zarandeó suavemente. Tampoco. </span><span style="text-indent: 0.2cm;">Tocó
su rostro. Estaba frío.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; text-indent: 0.2cm;">La
Nena corrió fuera del dormitorio. Su madre no pudo pararla cuando la
vio cruzar el portón en camino decidido hacia la pocilga. Pero si
notó las lágrimas que dejaba c</span><span style="font-family: arial; text-indent: 0.2cm;">a</span><span style="font-family: arial; text-indent: 0.2cm;">er
a su paso. Reme fue a ver a su madre, con la certeza de que habían
cambiado totalmente los </span><span style="font-family: arial; text-indent: 0.2cm;">preparativos</span><span style="font-family: arial; text-indent: 0.2cm;">
que </span><span style="font-family: arial; text-indent: 0.2cm;">tendría
que poner en marcha aquel</span><span style="font-family: arial; text-indent: 0.2cm;">
día.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; text-indent: 0.2cm;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; text-indent: 0.2cm;">En
la pocilga, la Nena se acuclilló y buscó los ojos de Florián.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="text-indent: 0.2cm;">-Maldito
cerdo, </span><span style="text-indent: 0.2cm;">hoy
t</span><span style="text-indent: 0.2cm;">e
has librado. No deseaba escuchar tus hirientes chillidos como otros
años sufrí los de tus hermanos, pero te desangraría yo misma si
así pudiera recuperar a mi abuela, aunque fuera para discutir con
ella una </span><span style="text-indent: 0.2cm;">última
</span><span style="text-indent: 0.2cm;">ve</span><span style="text-indent: 0.2cm;">z</span><span style="text-indent: 0.2cm;">.</span></span></p><p></p></div>
Sergio Glez. Moyahttp://www.blogger.com/profile/11271503933595747058noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3057074858138353398.post-59766453245628454052020-10-15T01:35:00.002+02:002020-10-15T01:36:05.658+02:00La peña<p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> <span style="font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;">-¡Eh, Madrileño! ¡Vamos
a saltar!</span></span></p><p><span style="font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><o:p> </o:p></span><span style="font-size: 12pt; text-indent: 7.1pt;">Juan había decidido
bautizarlo así nada más verlo a través de la ventanilla del autocar, antes de
ser recibido por su abuela en la plaza, antes de que Pablo lo presentara en el local
donde se encontraban cada día para decidir con qué llenar la mañana o la tarde.
Aquel espacio siempre había sido una suerte de cuarto de reunión que primero
había pertenecido al tío de Juan y sus amigos, que lo amueblaron con un viejo sofá
de piel falsa, una mesa coja con varias sillas dispares, una diana de corcho con
dardos afiladísimos, y una pequeña nevera. Después llegaron una sábana para
cubrir el sofá que comenzaba a pelarse, una televisión y un aparato de
reproducción combo, válido tanto para videos como para deuvedés. El grupo maduró
y formó familias, y dio paso a nuevos inquilinos adolescentes. El anterior
verano habían tomado posesión formal al instalar una videoconsola, además de comprar
entre todos (con financiación familiar, por supuesto) un pequeño horno para hacer
pizzas.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><span style="font-family: arial;">Pablo apareció hacia
mediados de julio con su primo Miguel, que así se llamaba en realidad, y en la peña
ya esperaban Juan, como anfitrión, Andrés, Laura, Rita y Rocío, que ya lo
conocía de la ciudad, donde iban juntos al instituto los dos primos y ella. En
Madrid había intentado que fueran algo más que amigos, pero el muchacho no
parecía muy interesado en ella, ni en ninguna. Había llegado desde Valencia con
su madre tras fallecer su padre, y se habían instalado con Pablo y su madre,
que también acababa de perder a su marido, en este caso por un divorcio tras
una difícil convivencia. Las hermanas se reencontraron para apoyarse en su nueva
etapa vital y los primos se vieron obligados a sus quince años a convivir con
un total extraño, pese a la sangre compartida.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><span style="font-family: arial;">-¡Aquí! ¡Madrileño! ¡¿A
que no hay huevos?! – bramó Juan.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><span style="font-family: arial;">Sólo se veían en Semana
Santa o en los meses de verano, cuando sus padres decidían regresar al pueblo
en el que habían nacido los abuelos, o incluso ellos, pero donde conservaban
las casas únicamente para pasar las vacaciones, tras convertir parte del terreno
de la finca en piscinas y aparcamientos. En realidad, Juan sí vivía en el
pueblo todo el año. El resto del grupo vivía en Madrid o Segovia, y tenían
otras pandillas, y aunque lo invitaban a pasar fines de semana con ellos, no
era muy amigo de las ciudades, aunque no les tuviera miedo ni rencor alguno.
Por eso extrañó tanto el apodo impuesto a Miguel por Juan, quien durante la
primera semana lo pronunciaba a boca llena, con rabia, recreándose, repasando
al otro de arriba abajo con un brillo de malicia en la mirada, como una forma
de rechazo hacia el recién llegado, un gesto que lo incomodara y lo hiciese
sentir malquerido, que lo alejara de cualquier pretensión de liderar el grupo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><span style="font-family: arial;">A Miguel le resbalaba
cualquier comentario, aunque le habría gustado que aquel chico no pareciera molesto
cada vez que se cruzaban sus miradas. Él había ido con su primo a pasar tiempo
con su abuela, a la que había tratado poco al vivir en Valencia, y a cualquier
plan se adaptaba: una piscina, otra piscina, paseos en bicicleta por empinadas
calles o entre árboles, interminables partidas de videojuegos o cartas regadas
con calimocho clandestino. Esa buena disposición parecía incomodar aún más a
Juan. Las chicas empezaron a pensar que tenía celos de Miguel, del misterio que
parecía desprenderse de sus ojos color esmeralda y su melena castaña, de sus
gestos suaves y sus palabras amables. Lo cierto era que la novedad llamaba la
atención entre los grupos de chicas con los que se cruzaban al ir al quiosco o
al bar. Tenían muy vista la piel curtida y el pelo fosco de Juan, y muy sufridos
sus bruscos modales. Laura y Rita también parecían interesadas, pero Rocío las
puso sobre aviso: no eran su tipo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><span style="font-family: arial;">La tarde anterior
habían decidido ir a pasar el día al río, al recodo donde se embalsaba más agua
y se podía nadar. Con toallas, bocadillos y botellas de refrescos en las
mochilas, partieron desde el local. Juan seguía observando a hurtadillas a
Miguel. Si este se giraba hacia él, desviaba rápidamente sus ojos. En el río,
las chicas se tumbaron al sol, Pablo y Andrés las salpicaban. Miguel se sentó
en la orilla, y Juan se fue entre los matorrales hacia la cima de una roca que
se alzaba unos tres metros sobre el agua, profunda otros tantos en ese punto.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><span style="font-family: arial;">-¡Madrileño, hostias! ¡Sube
de una vez! – insistía Juan, desesperado, desde lo alto.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><span style="font-family: arial;">Miguel, por no seguir escuchando
gritos en aquel plácido paraje, decidió ir a ver qué quería el tormento de sus
vacaciones. Una vez en la peña, encontró a Juan tembloroso en el borde de la
piedra, con la vista clavada en el suelo, sin poder levantar la cabeza hacia él.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><span style="font-family: arial;">-Mira, Madrileño. Sé que
he sido un capullo contigo estos días, pero me pone nervioso tenerte cerca a
diario. Desde que has venido estoy confuso. Y por lo que dice Rocío, puede que
tú sepas el tipo de confusión que siento. No sé cómo afrontarlo. Sólo te pido
que, si es verdad, si puedes ayudarme a poner en orden esto que me arde dentro,
me sigas hasta ahí abajo, sin miedo, con todas las consecuencias. Por favor.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><span style="font-family: arial;">Se dio la vuelta y se
lanzó. Se zambulló en el cauce, llegó al fondo y tomó impulso para volver a la
superficie. Empezó a escuchar las voces de sus amigos en la distancia, gritando
una palabra: “loco”. No le importaba. Cuando su respiración recuperó su ritmo
habitual, buscó a su alrededor. Emergió una cabeza y se abrieron unos profundos
ojos verdes a los que Juan dedicó una tímida sonrisa, que creyó ver correspondida
en el gesto que adoptaron los finos labios del forastero. Los dos habían
saltado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-family: arial;">-
Miguel, me gusta que hayas venido este año.</span><span style="font-family: Times New Roman, serif;"><o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; text-align: justify; text-indent: 7.1pt;"><br /></p>Sergio Glez. Moyahttp://www.blogger.com/profile/11271503933595747058noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3057074858138353398.post-66724597126352625012011-07-17T14:52:00.002+02:002011-07-22T19:18:15.557+02:00Masaje a un fisio en la piscina... (para C.M.)<span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 16px; "><p style="margin-top: 0px; margin-right: 0px; margin-bottom: 10px; margin-left: 0px; padding-top: 0px; padding-right: 0px; padding-bottom: 0px; padding-left: 0px; border-top-width: 0px; border-right-width: 0px; border-bottom-width: 0px; border-left-width: 0px; border-style: initial; border-color: initial; font-weight: inherit; font-style: inherit; vertical-align: baseline; word-wrap: break-word; "><span class="Apple-style-span" >Tumbado bocabajo junto a mi en la toalla te imagino.<br />Beso tus pies, planta y empeine, y mis pulgares bailan en ellos buscando tu relax.<br />Suben mis manos por tus gemelos y muslos notando la suave dureza de tu carne.<br />En las nalgas cubiertas me detengo, las presiono y anhelo el calor que desprenden.<br />Entro en tu espalda, cada mano alineada a un lado de tu espina, nunca sobre ella.<br />Amaso varias veces hasta el omóplato, y mis labios y mi lengua envidian el camino de mis manos por lo que deciden hacer uno propio sobre las leves cimas de tu columna.<br />En los hombros dudo.<br />Tú has aprendido a tratar dolencias con tus manos, las mías solo intentan relajar y temo parecer inútil y ridículo.<br />Amaso, fricciono, estiro, incido en los pliegues y las hendiduras.<br />Acaricio tu nuca y llego a tu oído, donde tan solo sé decirte...</span></p><p style="margin-top: 0px; margin-right: 0px; margin-bottom: 10px; margin-left: 0px; padding-top: 0px; padding-right: 0px; padding-bottom: 0px; padding-left: 0px; border-top-width: 0px; border-right-width: 0px; border-bottom-width: 0px; border-left-width: 0px; border-style: initial; border-color: initial; font-weight: inherit; font-style: inherit; vertical-align: baseline; word-wrap: break-word; "><span class="Apple-style-span" >Empieza a llover. Desapareces. Una pequeña lágrima se une con el húmedo suelo mientras recojo mis cosas</span><span class="Apple-style-span" style="font-size: 12px; font-family: inherit; ">.</span></p></span>Sergio Glez. Moyahttp://www.blogger.com/profile/11271503933595747058noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-3057074858138353398.post-35799881660447678602009-10-28T20:26:00.001+01:002010-04-27T15:07:53.362+02:00Adolescente(Extracto del proyecto teatral "Monólogos de la Soledad", de 2003)<br /><br /><em>Luz sobre la lona naranja. El adolescente ya está allí, tumbado boca arriba, tirado en el suelo.<br /></em><br /><strong>Adolescente</strong><br /><br />En realidad, todo es muy sencillo: soy raro. Y por eso estoy excluido. Nadie es como yo, o yo no soy como los demás. Para los guays, soy un tolai por las notas que saco; para los macarrillas, un empollón y un pelota, y eso que yo a los profesores sólo les hablo en clase y si me preguntas; para los altos, bajo; para los bajos, alto; para los gorditos; fuertecillo; para los delgados y los atléticos, una bola de grasa…y sin fuerza, por supuesto. Tengo quince años y estoy desubicado, nadie me acepta en su grupo de amigos. Y para enrollarse… ¡Para qué contar! Para las chicas, soy del montón y rebuscando por abajo, y para los chicos…pues eso, par los chicos, que son los que me interesan, soy un maricón, y ellos no. That is the question. <em>(Se incorpora y se sienta con las piernas cruzadas)</em> Porque vamos a ver, ¿qué más me da que yo tenga referentes en la tele como Jesús Vázquez o Pedro Zerolo, que haya leido a Pombo o Villena, si a mis compañeros desde los tres años nadie les ha reprendido el uso de “maricón”, “mariposa”, “cocinillas” y otras palabras similares como insulto, ni explicado que los homosexuales no somos sólo unos promiscuos fiesteros sino simplemente personas que sentimos y padecemos el amor y el desamor como los demás? ¡Maldita la hora que abrí la boca con Gloria! <em>(Pone voz de falsete)</em> “Soy tu amiga, soy tu amiga. Cuéntame que te pasa”. <em>(Vuelve a su voz normal)</em> ¡Unas narices le vuelvo a contar nada! En cinco horas ya lo sabía todo el instituto. La parte mala es que mi curso tiene algo más que echarme en cara; la buena, que me ahorro el contarlo yo, y que creo que hay uno de los de Bachillerato que me mira bien cuando nos cruzamos en el pasillo. Y la verdad, ¡el chaval no está nada mal! Jeje. Pero para mí que, aunque es de los mayores, está igual de cagado que yo por el que dirán, ya que de él nadie sospecha nada. <em>(Pausa)</em> ¡Uff! Sospechar, que verbo tan horrible. Se es o no se es, se desmiente o se admite. Pero nadie pregunta, sólo rumorean. Y claro, te hace sentir que es algo malo malísimo, aunque sabes que no, aunque nadie te lo haya explicado. Y si a ti que lo sientes nadie se ha molestado en decirte que no es malo, ¿a quién le ha de incumbir lo que opinen los que no entienden? Yo entiendo…que el amor a veces es un juego solitario que nos deja varados una y otra vez en la misma orilla, hasta que a fuerza de desilusiones preferiríamos desaparecer en la espuma del mar para siempre. ¡Qué soledad y qué tristeza cuando sientes que no encajas y que en nadie puedes confiar! <em>(Se apaga el foco).</em>Sergio Glez. Moyahttp://www.blogger.com/profile/11271503933595747058noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3057074858138353398.post-60017996208242664102009-09-24T19:43:00.002+02:002010-04-27T15:08:20.182+02:00NecesidadEra de noche y confundió el camino. O al menos eso pensó al principio. Pese a que sus pies intentaban dirigirlo hacia la boca de metro, el intenso escalofrío que recorría su cuerpo le obligaba a seguir aquellas anchas espaldas. Había sido un segundo, un fogonazo apenas. El brillo en las esmeraldas de sus ojos, un casi imperceptible esbozo de sonrisa, y se abandonó a su suerte. Ya varias veces habían cruzado la mirada en el instituto, pero dos años de diferencia y un insistente pánico al rechazo los mantenían en silencio.<br /><br />Aquella noche, el alcohol y el aroma dulzón del chocolate en la plaza les ayudaron a soltarse. Cuando lo alcanzó, Adrián esperaba en la puerta de su bloque. Mario le sonrió, desde su inexperiencia. El otro tampoco había querido probar nada aún. Se inclinó y besó sus labios. Sonrieron.<br /><br />–Lo necesitaba.<br />–¿El qué?<br />–Comprobar que lo que opine el mundo me la suda si lo que hago me hace feliz.<br />–El amor no lo limita el mundo, sino los amantes.<br />Y se abrazaron bajo la luna mientras sus amigos los observaban en la distancia con total indiferencia.Sergio Glez. Moyahttp://www.blogger.com/profile/11271503933595747058noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3057074858138353398.post-636252905744515832009-09-24T19:40:00.000+02:002010-04-27T15:08:31.467+02:00ArrebatoTenía la voz rota del tabaco y el vino barato, pero su sonrisa y sus ojos eran preciosos. Ebrios los dos (él de la noche, yo de ganas de probar), cambiamos mi virginidad por un beso de tornillo en el ascensor hasta su casa. Ocho pisos. No fue fruto de un romance, ni una reprimida pasión extrañamente correspondida. Sólo fue un calentón de una noche; no algo calmado y dulce como se imagina siempre. Hubo muchos más como él. Quizá algún día alguien me haga el amor.Sergio Glez. Moyahttp://www.blogger.com/profile/11271503933595747058noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3057074858138353398.post-71734855670954534612009-02-12T20:48:00.003+01:002010-04-27T15:09:28.226+02:00El tiesto en la ventanaVuelvo tras dos meses incluyendo un texto que participó en un certamen de mala literatura, es decir, que valoraba los textos peor escritos. ¿Cómo debía ser el que ganó?<br /><br />El tiesto en la ventana:<br /><div align="justify"><br /> Mira al cielo. Es inmensamente azul, y yo he tenido que verme en esta situación para darme cuenta. Ahora que mis ojos se han cerrado quién sabe hasta cuando, empiezo a apreciar el valor de las almas, los sentimientos de la gente, la candidez del primer amor y el dolor del final del verano. Cada uno sabe hasta que día durará el suyo.</div><div align="justify"><br />–Mírame a los ojos y lee las entrelíneas: hemos terminado.<br />–No puedes dejarme. Después de todo lo que hemos pasado juntos.<br />–¡Por el amor de Dios! Si sólo llevamos juntos tres meses.<br />–Pues lo suficiente.<br />–Lo suficiente ¿para qué?<br />–Para haberme dejado encinta.<br /></div><div align="justify">Al alba, las nubes son cándidas, como de nieve, pero lo extraño es que en el estío madrileño aparezcan nubes. Fuimos al estanque de El Retiro, y remamos y remamos en la podrida embarcación de madera mil veces repintada y mohosa hasta estar justo en el centro de sus procelosas aguas, verdes como dos purísimas esmeraldas talladas y pulimentadas. Curiosamente, me miraba sádicamente, como hacía mucho tiempo ha. Allende las vallas del recinto, veíamos a los viejos echar pan duro a las carpas plateadas y los patos domésticamente asilvestrados.</div><div align="justify"><br />–No quiero ser padre.<br />–Eso no se elige. Haber tenido más cuidadito.<br />–Lo siento; pero le voy a poner remedio inmediatamente.<br /></div><div align="justify">Disparó el revólver a través de su mochila almohadillada, con la que amortiguó la detonación, y disimuladamente lo tiró al agua. Después remó frenéticamente a la orilla y me dejó abandonada en la barca con una bala en el pecho, saliendo él por patas.<br />Mi madre le llamó para darle la noticia. El muy cínico. Le contó a mi progenitora que yo quería que me incinerasen y me metiesen en una maceta. ¡Qué disparate! Y lo mejor es que mi madre le hizo caso. Y así me veo hoy de abono en forma de cenizas para la eternidad. Por siempre te maldeciré, Adrián, so desgraciado.<br />Ahora escupiré a todos los Adrianes desde mi estratégico balcón, y criaré a esta planta con mis restos como al hijo que ya no tendré. Mis cenizas serán humus en la tierra de la planta; ésta, geranio en una maceta; y ésta, a su vez, tiesto en la ventana.</div>Sergio Glez. Moyahttp://www.blogger.com/profile/11271503933595747058noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3057074858138353398.post-31926219821980297702008-12-02T15:48:00.006+01:002010-04-27T15:10:05.331+02:00La caricia del escorpiónCuenta la leyenda que un día estaba un escorpión acechando a la orilla del río cuando una rana surgió del agua.<br />-Hermosa rana, ¿serías capaz de trasladarme al otro lado del río?<br />-Vil escorpión, ¿crees que voy a arriesgarme a montarte en mi espalda para que me piques con tu afilada uña, me envenenes y muera?<br />-Pero, ¿acaso no ves que si te picara mientras cruzamos el río moriría yo también?<br />Antes este razonamiento, la rana acepto montar al escorpión sobre su espalda para ayudarle a cruzar el río. Sin embargo, cuando estaban en el centro de la corriente, en lo más profundo, el escorpióc hirió con su aguijón a la rana, que empezó a hundirse en las aguas.<br />-¿Por qué lo hiciste? Ahora moriremos los dos.<br />-Lo siento, no pude evitarlo. Es mi naturaleza...<br /><br /><br />Dicen que los escorpiones se suicidan cuando no ven salida ante un depredador, que se clavan su propio aguijón. Dicen que a los escorpio nos rige la octava casa lunar, la de la muerte, entendida como cambio y renovación, como creación reformadora o destrucción creadora. Dicen tanto...<br />Ahora soy yo, un escorpio, un escorpión a veces hastiado de la realidad, el que tendrá aquí su lugar de inmolación, de katarsis, de liberación; el que expondrá sus pensamientos y creaciones, antiguas o nuevas en esta oportunidad de expresión y desahogo llamada <em>blog</em>.Sergio Glez. Moyahttp://www.blogger.com/profile/11271503933595747058noreply@blogger.com0