28 oct 2009

Adolescente

(Extracto del proyecto teatral "Monólogos de la Soledad", de 2003)

Luz sobre la lona naranja. El adolescente ya está allí, tumbado boca arriba, tirado en el suelo.

Adolescente

En realidad, todo es muy sencillo: soy raro. Y por eso estoy excluido. Nadie es como yo, o yo no soy como los demás. Para los guays, soy un tolai por las notas que saco; para los macarrillas, un empollón y un pelota, y eso que yo a los profesores sólo les hablo en clase y si me preguntas; para los altos, bajo; para los bajos, alto; para los gorditos; fuertecillo; para los delgados y los atléticos, una bola de grasa…y sin fuerza, por supuesto. Tengo quince años y estoy desubicado, nadie me acepta en su grupo de amigos. Y para enrollarse… ¡Para qué contar! Para las chicas, soy del montón y rebuscando por abajo, y para los chicos…pues eso, par los chicos, que son los que me interesan, soy un maricón, y ellos no. That is the question. (Se incorpora y se sienta con las piernas cruzadas) Porque vamos a ver, ¿qué más me da que yo tenga referentes en la tele como Jesús Vázquez o Pedro Zerolo, que haya leido a Pombo o Villena, si a mis compañeros desde los tres años nadie les ha reprendido el uso de “maricón”, “mariposa”, “cocinillas” y otras palabras similares como insulto, ni explicado que los homosexuales no somos sólo unos promiscuos fiesteros sino simplemente personas que sentimos y padecemos el amor y el desamor como los demás? ¡Maldita la hora que abrí la boca con Gloria! (Pone voz de falsete) “Soy tu amiga, soy tu amiga. Cuéntame que te pasa”. (Vuelve a su voz normal) ¡Unas narices le vuelvo a contar nada! En cinco horas ya lo sabía todo el instituto. La parte mala es que mi curso tiene algo más que echarme en cara; la buena, que me ahorro el contarlo yo, y que creo que hay uno de los de Bachillerato que me mira bien cuando nos cruzamos en el pasillo. Y la verdad, ¡el chaval no está nada mal! Jeje. Pero para mí que, aunque es de los mayores, está igual de cagado que yo por el que dirán, ya que de él nadie sospecha nada. (Pausa) ¡Uff! Sospechar, que verbo tan horrible. Se es o no se es, se desmiente o se admite. Pero nadie pregunta, sólo rumorean. Y claro, te hace sentir que es algo malo malísimo, aunque sabes que no, aunque nadie te lo haya explicado. Y si a ti que lo sientes nadie se ha molestado en decirte que no es malo, ¿a quién le ha de incumbir lo que opinen los que no entienden? Yo entiendo…que el amor a veces es un juego solitario que nos deja varados una y otra vez en la misma orilla, hasta que a fuerza de desilusiones preferiríamos desaparecer en la espuma del mar para siempre. ¡Qué soledad y qué tristeza cuando sientes que no encajas y que en nadie puedes confiar! (Se apaga el foco).

24 sept 2009

Necesidad

Era de noche y confundió el camino. O al menos eso pensó al principio. Pese a que sus pies intentaban dirigirlo hacia la boca de metro, el intenso escalofrío que recorría su cuerpo le obligaba a seguir aquellas anchas espaldas. Había sido un segundo, un fogonazo apenas. El brillo en las esmeraldas de sus ojos, un casi imperceptible esbozo de sonrisa, y se abandonó a su suerte. Ya varias veces habían cruzado la mirada en el instituto, pero dos años de diferencia y un insistente pánico al rechazo los mantenían en silencio.

Aquella noche, el alcohol y el aroma dulzón del chocolate en la plaza les ayudaron a soltarse. Cuando lo alcanzó, Adrián esperaba en la puerta de su bloque. Mario le sonrió, desde su inexperiencia. El otro tampoco había querido probar nada aún. Se inclinó y besó sus labios. Sonrieron.

–Lo necesitaba.
–¿El qué?
–Comprobar que lo que opine el mundo me la suda si lo que hago me hace feliz.
–El amor no lo limita el mundo, sino los amantes.
Y se abrazaron bajo la luna mientras sus amigos los observaban en la distancia con total indiferencia.

Arrebato

Tenía la voz rota del tabaco y el vino barato, pero su sonrisa y sus ojos eran preciosos. Ebrios los dos (él de la noche, yo de ganas de probar), cambiamos mi virginidad por un beso de tornillo en el ascensor hasta su casa. Ocho pisos. No fue fruto de un romance, ni una reprimida pasión extrañamente correspondida. Sólo fue un calentón de una noche; no algo calmado y dulce como se imagina siempre. Hubo muchos más como él. Quizá algún día alguien me haga el amor.

12 feb 2009

El tiesto en la ventana

Vuelvo tras dos meses incluyendo un texto que participó en un certamen de mala literatura, es decir, que valoraba los textos peor escritos. ¿Cómo debía ser el que ganó?

El tiesto en la ventana:

Mira al cielo. Es inmensamente azul, y yo he tenido que verme en esta situación para darme cuenta. Ahora que mis ojos se han cerrado quién sabe hasta cuando, empiezo a apreciar el valor de las almas, los sentimientos de la gente, la candidez del primer amor y el dolor del final del verano. Cada uno sabe hasta que día durará el suyo.

–Mírame a los ojos y lee las entrelíneas: hemos terminado.
–No puedes dejarme. Después de todo lo que hemos pasado juntos.
–¡Por el amor de Dios! Si sólo llevamos juntos tres meses.
–Pues lo suficiente.
–Lo suficiente ¿para qué?
–Para haberme dejado encinta.
Al alba, las nubes son cándidas, como de nieve, pero lo extraño es que en el estío madrileño aparezcan nubes. Fuimos al estanque de El Retiro, y remamos y remamos en la podrida embarcación de madera mil veces repintada y mohosa hasta estar justo en el centro de sus procelosas aguas, verdes como dos purísimas esmeraldas talladas y pulimentadas. Curiosamente, me miraba sádicamente, como hacía mucho tiempo ha. Allende las vallas del recinto, veíamos a los viejos echar pan duro a las carpas plateadas y los patos domésticamente asilvestrados.

–No quiero ser padre.
–Eso no se elige. Haber tenido más cuidadito.
–Lo siento; pero le voy a poner remedio inmediatamente.
Disparó el revólver a través de su mochila almohadillada, con la que amortiguó la detonación, y disimuladamente lo tiró al agua. Después remó frenéticamente a la orilla y me dejó abandonada en la barca con una bala en el pecho, saliendo él por patas.
Mi madre le llamó para darle la noticia. El muy cínico. Le contó a mi progenitora que yo quería que me incinerasen y me metiesen en una maceta. ¡Qué disparate! Y lo mejor es que mi madre le hizo caso. Y así me veo hoy de abono en forma de cenizas para la eternidad. Por siempre te maldeciré, Adrián, so desgraciado.
Ahora escupiré a todos los Adrianes desde mi estratégico balcón, y criaré a esta planta con mis restos como al hijo que ya no tendré. Mis cenizas serán humus en la tierra de la planta; ésta, geranio en una maceta; y ésta, a su vez, tiesto en la ventana.